
LAURA CASTRO GOLARTE
Hay un mensaje persistente desde hace años, que distintas y variadas voces han expresado de diferentes maneras y por múltiples vías (tratados filosóficos, novelas, películas, exhortaciones, discursos…) que, sin embargo, insistimos en no escuchar: la humanidad es una y nos necesitamos juntos. Enfrascados en divisiones y guerras por fronteras, por religión, por racismo y clasismo, por poder y ambición, prácticamente desde la aparición del ser humano en esta Tierra, nos hemos organizado de formas que nos distancian, hemos interpuesto entre nosotros muros y barreras que, lejos de contribuir a algo, en las crisis que enfrentamos hoy en día, no sólo estorban, nos dañan severa y profundamente con un carácter cada vez más claro y desolador de irreversibilidad.
Las llamadas de atención sobre la crisis ambiental que vivimos en nuestro planeta, pensando en la historia reciente, están vigentes; a lo largo de poco más de 50 años se han reiterado con diferentes niveles de énfasis e intensidad, pero en la actualidad, por la situación tan grave que estamos viviendo, es claro que se han atendido de manera inconstante, informal, irregular, esporádica… Más de forma paliativa que definitiva, salvo aquella hazaña mundial para recuperar la capa de ozono. La salud del planeta y con él, la nuestra, la de todos los habitantes de esta Tierra, año con año empeora.
La exhortación apostólica del Papa Francisco (Laudate Deum), que no es la primera, por cierto, tiene carácter de urgente.
Agrego aquí una liga donde se puede consultar íntegra porque en este documento no sólo se hace un llamado a la humanidad, sino que se aportan datos incuestionables de lo que está sucediendo y de lo que puede pasar si no hay una medida multilateral e inmediata para impedir que los daños se profundicen: https://www.vatican. va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/20231004-laudate-deum.html#_ftnref1
En una parte del documento (punto 19), el Sumo Pontífice recuerda dos frases en las que ha insistido porque son reflejo de sus convicciones, coincido desde siempre y se refieren a ese mensaje al que aludí en el primer párrafo: “todo está conectado” y “nadie se salva solo”. En otras palabras: nos necesitamos juntos, la humanidad es una.
De la exhortación de Francisco quiero destacar la crítica y la autocrítica, que incluye estos ejercicios, sanos por donde se les vea, son herramientas para detenernos, pensar, actuar, exigir, cambiar, incidir, influir, reconocer, rectificar, reencontrarnos, unirnos, reconsiderar, perdonar. Y es ahora o nunca.
En la Laudato Deum hay un cuestionamiento (y no es la primera vez) a la preponderancia de lo económico por encima de cualquier otro aspecto de la vida humana. Lo llama el “paradigma tecnocrático” y en México sabemos bien qué significa, de modo que no es ningún consuelo que se trate de un asunto global, al contrario, es esa visión la que ha contribuido a que, en tan poco tiempo, el deterioro del planeta alcance niveles alarmantes y, en muchos aspectos, como lo explica el Papa Francisco, irreversibles. Es una exhortación y también es un documento científico con datos contundentes, para que abramos los ojos. En la crítica, señala en varios puntos de la parte introductoria, a quienes han desestimado o negado de plano, el origen humano del cambio climático que está afectando a toda la humanidad, particularmente a los más vulnerables que, paradójicamente, son los que menos contribuyen a la contaminación y a la emisión de los gases de efecto invernadero.

Sobre este punto, escribió una verdad que no se puede ni se debe negar más, no podemos voltearnos para otro lado, es lo que es: “Con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres. ¿Cómo olvidar que África, que alberga más de la mitad de los más pobres del planeta, es responsable de una mínima parte de las emisiones históricas?”. Los datos que aporta el Papa en su exhortación provienen de fuentes especializadas y agrega todo el aparato crítico al final con ligas para su consulta directa. En resumen: el planeta Tierra, nuestra casa, está en franco deterioro, particularmente por las emisiones contaminantes que causan el cambio climático, ya con efectos irreversibles, que estamos padeciendo; no se puede negar el origen humano de esta realidad, la estamos provocando nosotros; se está a tiempo, si se actúa ya, de evitar daños más profundos a los que están considerados como irreversibles; el paradigma tecnocrático en realidad ha impedido el progreso de la humanidad.
Urge concebir de otra manera la economía y reconfigurar el multilateralismo; el planeta reclama valentía más que una simple exposición de “sensibilidad”. La fe puede ser una herramienta de transformación y, por ende, de cambios culturales que sólo serán posibles si las personas cambian. Toca insistir y para lograrlo, nos necesitamos juntos.
Lea aquí la Exhortación Apostólica
Laudate Deum.