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Pbro. J. Marcos Castellón Pérez

El pasado jueves 27 de mayo, en la celebración de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, se dio a conocer que el Seminario Diocesano de Guadalajara estrena una nueva etapa en su ya centenaria historia.

Termina el ministerio formativo del P. Guadalupe Miranda y comienza el del P. Juan Carlos Lupercio, que ya había estado en el Seminario como Vice-rector y encargado de la Casa del Seminario Menor. Al P. Miranda, la Iglesia diocesana le agradece sus muchos y fecundos años de formador del Seminario y se une en oración para pedir la luz para el P. Lupercio en esta nueva misión que le encomienda el Arzobispo, y en la que se ve involucrada toda la Iglesia de Guadalajara.

En este cambio de encargado del Seminario se debe evitar la tentación de romper con la sana continuidad de los procesos formativos, como si se tratara de una nueva administración pública que borra toda huella de la anterior, pintando al color del partido en el poder sus instalaciones para remarcar la permuta, así como quitar o poner el personal a modo.

Ciertamente habrá cosas que son necesarias cambiar, pero no por capricho o a modo de novedad, sino porque se quiere ser fiel a los lineamientos de la Iglesia Universal, de la Conferencia Episcopal Mexicana y para responder a los retos que presenta el proceso pastoral de nuestra Iglesia particular.

La tarea formativa del Seminario, sin duda, es una de las más delicadas que se realizan en la Iglesia y debe contar con la capacidad y buena disposición de quienes integran el equipo formador, encabezado ahora por el P. Lupercio. Recordando que el Seminario, ante todo, es la casa de formación para los futuros pastores del Pueblo de Dios, se debe remarcar que esta finalidad debe guiar, conducir y orientar cada paso en el largo proceso formativo, así como integrar las distintas áreas de formación.

Lo pastoral, pues, debe primar en la formación de los futuros pastores y no me refiero, evidentemente, sólo a las labores del apostolado de fin de semana ni a las misiones que realizan los seminaristas, sino a la configuración total de estos con Jesús, Buen Pastor. El Papa Francisco frecuentemente habla de la importancia de este eje pastoral que se convierte en trasversal en el Seminario y en la vida de los presbíteros hasta llegar a tener el “olor a oveja”.

En este sentido, se debe evitar asumir los modelos formativos propioS de los claustros monásticos, de las universidades o los institutos académicos, de casas de formación para la vida religiosa.

Más bien habrá que redescubrir una y otra vez la identidad propia de los Seminarios diocesanos, que son eminentemente para la vida pastoral y, en este caso, para el servicio de la Iglesia de Guadalajara, asumiendo entrañablemente el proceso pastoral y como carisma propio la caridad pastoral.

Deseamos lo mejor para el P. Lupercio y el éxito de su nueva encomienda, así como extendemos una felicitación al Seminario.

@arquimedios_gdl

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1 comment

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Rosa Elba Ornelas Quintero junio 8, 2021 - 4:07 pm

Pues considero que no debe pintarse las instalaciones del partido en el poder, no toda la gente lo ve así,pintenlo de otros colores,y en última instancia,ese partido les regalaría la pintura bien anaranjada. Con todo respeto,otro color si es posible,Saludos Fraternos a todos los del Seminario,bendiciones infinitas.

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