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PBRO. EDUARDO MICHEL FLORES

Una vez un joven me preguntó: “Padre ¿me podría explicar qué es la limosna?”, yo le respondí: “La limosna es la ayuda o donativo, en dinero o en especie, que se da a una persona necesitada. La limosna es un acto de caridad que se hace con la intención de aliviar el sufrimiento del prójimo”, entonces él me dijo: “Yo creía que la limosna era una cooperación que uno daba cuando iba a Misa”, yo le dije: “También a la cooperación que una persona da cuando va a Misa se le llama limosna, porque se destina a ayudar a los pobres, a obras de caridad y de asistencia social, a cubrir los gastos de la parroquia y sus actividades”.

Entonces él me dijo: “¿Y es obligatorio dar limosna siempre que uno va a Misa?”, yo le respondí: “No, no es obligatorio, la limosna es una cooperación voluntaria, que se puede dar o no, pero un cristiano consciente sabe que una parroquia se sostiene gracias a las limosnas que las personas dan libremente, por eso se puede decir que la limosna más que una obligación, es un deber moral de ayudar a la Iglesia en sus necesidades”. Él me preguntó: ¿Y qué es el diezmo?”, yo le respondí: “El diezmo es una ayuda más significativa, es decir, una cooperación del ingreso anual que un fiel cristiano da una vez al año a la Iglesia diocesana para pagar sus gastos y necesidades, como el sostenimiento de obras de caridad, la edificación o mantenimiento de templos en lugares de escasos recursos, la compra de terrenos para construir nuevos templos, el sustento de los sacerdotes ancianos o enfermos, que sirvieron durante muchos años a la Iglesia y ahora están jubilados, etc”.

“Dar limosna” y “dar el diezmo” son dos situaciones distintas dentro de la Iglesia, pero que están relacionadas con donativos y aportaciones económicas voluntarias, que tienen propósitos e intenciones diferentes. La limosna es, en primer lugar, una donación voluntaria en dinero o en especie que se ofrece a personas necesitadas o a obras de caridad. En el contexto de la liturgia, la limosna se colecta durante la Misa.
Estas limosnas se dedican a ayudar a los pobres, a sostener proyectos de caridad y asistencia social, a mantener la parroquia y sus actividades, y a apoyar diversas obras de la Iglesia en beneficio de la comunidad.

En el contexto de la caridad cristiana, la limosna es entendida como una extensión del amor de Dios hacia los demás y como un acto que refleja el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo y está en línea con la enseñanza de ayudar a los más necesitados, siguiendo el ejemplo de Jesucristo.

El diezmo, por su parte, es una aportación por la que los fieles destinan a la Iglesia una parte de sus ingresos anuales. En la iglesia, el diezmo es un medio por el cual se apoya el funcionamiento y las actividades pastorales de la diócesis. En resumen, “dar limosna en la Misa” se refiere a hacer donativos por caridad durante la celebración de la Misa para apoyar a los más necesitados y las obras de la Iglesia, mientras que “dar el diezmo” significa contribuir con una parte de los ingresos anuales para respaldar económicamente las actividades de la Iglesia local y sus servicios. Ambas prácticas son voluntarias y tienen como sustento la caridad, pero la orientación y el propósito de cada una es diferente. Cooperemos generosamente con nuestra Madre la Iglesia cuando lo pida.

Que Dios los bendiga,
nos leemos la próxima semana.

@arquimedios_gdl

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