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PBRO. EDUARDO MICHEL FLORES

Un día quiso hablar conmigo una señora, y muy preocupada me preguntó: “Padre, ¿qué les pasa a los niños que mueren sin ser bautizados?”, yo le respondí: “¿Por qué me pregunta eso?”, entonces ella me respondió: “Es que hace un tiempo, yo tuve un aborto espontáneo, y mi bebé murió sin recibir el Bautismo, yo estaba tranquila porque pensaba que mi bebé se había ido al Cielo, porque aunque no fue bautizado murió inocente, sin ningún pecado, pero hace poco una amiga me inquietó mucho, porque me dijo que si mi hijo había muerto sin Bautismo entonces se había condenado, porque no había recibido el perdón del pecado original, yo no pienso igual, pero como ella insistió mucho en lo mismo, mejor quise venir a preguntar”.
Entonces yo le dije: “Según la enseñanza de la Iglesia, para que una persona se condene debe haber llegado a la edad de la discreción, es decir a la edad en la que es capaz de distinguir el bien y el mal, y haber optado libremente por el mal, eso no ocurre en el caso de un bebé que muere sin Bautismo, ya que no tenía edad para discernir el bien del mal y no hizo uso de su libertad, por eso creemos que los bebés que mueren sin Bautismo, confiados a la misericordia de Dios, se puede esperar que se vayan al Cielo”.
El tema del destino de los niños que mueren sin bautizar es un tema «de los más difíciles de resolver en la reflexión teológica», porque pone de manifiesto la aparente contradicción entre la necesidad del Bautismo para la salvación y la voluntad salvífica universal de Dios.

El destino de los niños no bautizados no nos ha sido revelado, y la Iglesia enseña y juzga solamente en relación con lo que ha sido revelado. Pero lo que sabemos de Dios, de Cristo y de la Iglesia nos da motivos para esperar en su salvación. No hay un texto bíblico que excluya en forma explícita de la salvación a los seres humanos muertos antes de recibir el Bautismo y sin haber alcanzado el uso de razón.

En el Catecismo de la Iglesia Católica se lee: “En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4), y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: “dejen que los niños se acerquen a mí, no se lo impidan” (Mc 10, 14), nos permitan confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por eso es apremiante la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo”.

El Concilio Vaticano II enseñó que “Dios no niega la «ayuda necesaria para la salvación» a aquellos que, sin culpa por su parte, todavía no han llegado a un explícito conocimiento de Dios, pero que, con la ayuda de la gracia, «se esfuerzan por conseguir una vida recta»”. Por tanto, un niño que ha muerto sin ser bautizado; que además no ha cometido pecado alguno, cuenta con la gracia de Dios. Como afirma el Catecismo, «la potencia de Dios no se limita a los sacramentos», por tanto, Dios puede «dar la gracia del Bautismo sin que el sacramento sea administrado, un hecho que debería ser especialmente recordado cuando la administración del Bautismo fuera imposible». Porque «en todo momento y en toda circunstancia, Dios ofrece un remedio de salvación para la humanidad».

Que Dios los bendiga, nos leemos la próxima semana.

@arquimedios_gdl

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