Por: Christian Daniel Guzmán
Durante la “Semana Santa”, la Iglesia celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica, iniciando su pasión en este día.
Hay varios puntos a destacar del jueves santo, sin embargo, lo importante aquí es destacar que para el cristiano tiene que hacerle resonar que en este día se “Instituye la Eucaristía” y la “Institución del sacerdocio ministerial” por el amor que Jesús nos tiene, para darnos la salvación.
Para el cristiano debe ser un día para reflexionar y sobre todo para darnos cuenta que es el acto de amor más grande, decidiendo quedarse con nosotros para el consuelo, gozo y alegría para cada uno de nosotros, en un elemento que pareciera ser insignificante para muchos, pero siendo más valioso que todo el oro del mundo: en un pedazo de pan, el cual será su cuerpo. Para el cristiano debe ser un honor tener el cuerpo de Cristo y sobre todo comerlo.
Se conmemora también el acto de amor que Dios nos tiene a través del acto del lavatorio de pies, que gracias a San Juan nos lo describe de manera muy delicada y detallada. Eso para el cristiano lo debe de mover a ser servidor de los demás por amor, a entregarnos por amor.
Para el católico debe ser un día donde se tenga que admirar la labor de los sacerdotes, que con sus limitaciones y virtudes, se entregan cada día para darnos ese “milagro de milagros”, darnos a Cristo por el don concedido mediante la efusión del Espíritu Santo a través de la consagración sacerdotal, instituido por Cristo en la última cena, dándoles el mandamiento de “hacerlo en conmemoración suya”, entregándole la potestad de que en cada misa, Cristo se haga presente en el pan, que deja de ser pan para ser el “Cuerpo de Cristo”.
Por eso, es un día de mucha relevancia para el cristiano, donde Cristo por amor se nos entrega para darnos la salvación y la vida eterna.