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Pbro. Armando González Escoto

Pbro. Armando González E.

La romería de Zapopan es la más exquisita obra de arte de la cultura religiosa tapatía. En ese día, a la prolongada alfombra de alfalfa, aserrín y flores de las visitas cotidianas, le sucede la prolongada alfombra de las gentes que enlazan con un solo trazo el siglo XVI con el XXI, a la esbelta catedral con su santuario primigenio; a los abuelos con los nietos; ahí la súplica y la gratitud peregrinan hermanadas, ahí la oración murmurante, la aclamación, el vívido aplauso y el grito sonoro porque la Virgen pasa. En los estandartes de las danzas, los santos bailan al son de cascabeles y sonajas, los coloridos plumajes flotan y oscilan en el aire; es el día de la gran fiesta donde la alegría de la redención se viste de gala y se mira en el ropaje secular de la fe católica.

En su memoria la Virgen lleva el recuerdo de las casas y las calles adornadas; el esfuerzo de todos para vestir de color y vida los barrios y las colonias, los mercados, los hospitales y las fábricas; lleva también el aroma de centenares de miles de flores dispuestas de tan variadas formas a su paso, pero con mayor cuidado ha de llevar infinitas confidencias e igual número de súplicas o agradecimientos. Nos oyó rezar, nos oyó cantarle, escuchó aplausos y aclamaciones, quizás también indiferencias, ofensas, agresiones, pero la Virgen sabe desde su origen guardar todas estas cosas en su corazón.

Las campanas agotan sus antiguas voces y se pasan el aviso de campanario en campanario, porque la Virgen va saliendo o ya va llegando en hombros de la historia, de nuestra historia escrita sobre su triangulado manto. Llenan el espacio las notas melodiosas de doce bandas de música despertando la mañana, agradeciendo “a la estrella que alumbró a la Virgen de Zapopan, ahora que ya amaneció”.

Miran los niños desde los hombros de sus padres la multitud incontenible, levantan sus ojos los ancianos llevados del brazo por sus hijos, buscando en el presente la misma figura que los acompañó en el pasado de sus tantos años, la misma Virgen que sus padres les mostraron y que pasa llevada por todos los fieles, por todos los tiempos, en ese río de colores, de sonidos, de movimientos, de voces y pasos donde se pueden ver todas las edades del rostro.

La marcialidad de las bandas de guerra y de las guardias con sus insignias verticales anuncia ya la cercanía de la Virgen, en su carruaje movido por la fuerza del afecto devoto, custodiada a uno y otro lado por esos prolongados calabrotes a los que la gente se aferra, como hilos conductores que transmiten una energía singular, la energía de la fe vivida en comunidad de familias y generaciones.

El ciclo ritual de la llevada de la Virgen de Zapopan se ha de nuevo cumplido, ahora como patrimonio mundial de la humanidad, esto que siempre ha sido nuestro más preciado patrimonio.

@arquimedios_gdl

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