Pbro. Armando González Escoto

Narra el Evangelio que si un general, pretende ir al encuentro de otro, primero mide sus fuerzas para no hacer el ridículo. Fue ni más ni menos la parte de la Escritura que Miguel Hidalgo no leyó o no entendió, razón por la cual fue rápidamente derrotado en la batalla del puente de Calderón, apenas a cuatro meses de haber iniciado la guerra de independencia.
Lo trágico del asunto es que Hidalgo tenía enormes ventajas en vísperas de dicha batalla, como era la abundancia de dinero, de armas y municiones; superaba ampliamente en soldados al ejército de Calleja, el propio Hidalgo había elegido el sitio de la batalla, y había llegado con anticipación al campo… ¿Qué le falló?
Para ganar una batalla, y la misma guerra, se requiere de tres cosas: tener una causa, tener la adecuada estrategia, y tener la suficiente disciplina. La mayoría de los seguidores de Hidalgo carecían de una causa clara, no habían recibido capacitación alguna para seguir una tal o cual estrategia, que les permitiera enfrentar a un ejército de línea, y por lo mismo actuaban sin la menor disciplina, de ahí que el primer encuentro acabara todo en desbandada, Hidalgo mismo fue el primero en huir.
Para hacer una misión se requiere de agentes, y éstos deben estar verdaderamente entusiasmados por la causa, la cual debe ser a la vez ideal y concreta, lo ideal muy claro y convincente y lo concreto muy beneficioso aquí y ahora, y al alcance de la mano.
La estrategia debe ser actual y aún futurista, lo mismo que la capacitación para seguirla. Mientras que Hidalgo manejaba estrategias del siglo XVII, muy mal aprendidas por sus soldados, la mayoría de ellos improvisada, Calleja seguía ya las estrategias napoleónicas del siglo XIX, su siglo. Por lo mismo capacitar agentes para una estrategia misional no es tarea simple, a menos que los resultados que se esperan sean simples.
La disciplina es un asunto de igual importancia, pues a ella debe sujetarse la diversidad de las opiniones y los criterios, pues donde dos o más se reúnen para hacer algo, siempre hay más de cuatro opiniones diferentes, tanto más aferradas cuanto mayor es el protagonismo de los participantes, peor aún, en un ambiente donde todos quieren ser generales, pero nadie quiere ser soldado.
Con capitanes más bien cansados, tenientes en prolongado día de descanso, soldados desorientados y mal capacitados, con una causa difusa y poco convincente, y estrategias de los tiempos de María Canica, no es posible ganar siquiera una batalla, mucho menos una guerra.
Según Aparecida, la Iglesia latinoamericana está en misión permanente desde la conclusión de esa célebre asamblea, la verdad es otra, más bien hemos estado en misión intermitente, de ahí que haya que reactivarla una y otra vez, eso sí, con la esperanza de que ahora sí se mantenga, atendiendo a esas tres condiciones fundamentales en todo proceso que busca resultados efectivos: Causa, Estrategia y Disciplina.