Pbro. José Marcos Castellón Pérez

El Papa Francisco ha convocado un Sínodo especial para la Amazonia a celebrarse en la Ciudad Eterna del 6 al 27 de octubre del año en curso. La finalidad de esta asamblea eclesial es reflexionar sobre la responsabilidad moral de los cristianos en una ecología integral, teniendo como punto de referencia el gran pulmón del mundo, amenazado ahora por la voracidad idolátrica de quienes sólo piensan en el dinero.
El interés y la preocupación del Papa Francisco sobre el Amazonia y el problema ecológico no se reduce a la convocación y realización de este Sínodo, sino que en más de una veintena de veces ha manifestado, el Papa del Sur, la necesidad de replantearnos la relación con la creación, vista no desde una perspectiva utilitarista y desarrollista, sino holística y mística, pues el mundo no es sólo materia prima del progreso, sino la casa común de todos los seres vivos, creación divina encargada por el único Hacedor a los seres humanos, para que la cuidásemos y la cultivásemos, pero no para que la destruyéramos tan salvajemente.
El Amazonia, más que una región geográfica, se ha convertido en un símbolo. Es el lugar que condensa el don y el privilegio de la vida en su magnificente diversidad; desgraciadamente es el símbolo del pecado de la avaricia destructiva, pero también el de la pacífica resistencia de hombres y mujeres, especialmente de los pueblos originarios, que desafían, desde la exclusión, los poderes de este mundo. El Papa quiere que sea símbolo también de un redescubrimiento de la teología cristiana sobre la creación, en la que el mundo no es considerado como mera naturaleza, dispuesta a los intereses del hombre pecador, sino como “creación”, don para todos los hombres de hoy y de mañana, como casa común de todos los seres vivos, como presencia dinámica y sacramental del Espíritu Santo que es principio, Señor y dador de toda vida. Qué importante, resalta el sucesor de Pedro, es recobrar esa visión mística sobre la creación, propia de quienes ven más allá de sus intereses, como el pobre de Asís, que llamaba a las criaturas, incluso las inanimadas, como hermanos. Qué necesaria esa visión fraternal con la creación y la preocupación por la vida, especialmente por la más vulnerable.
La visión cristiana de la realidad o la teología de la creación considera todo en su relación íntima y profunda con el Creador, pues nada podría existir sin que Dios todopoderoso lo haya querido y amado. Por eso, también es la teología cristiana de la creación la que nos puede librar de falsos ecologismos que equiparan al hombre con cualquier otro ser vivo, anulando así la responsabilidad única que tiene el ser humano como gerente de la creación, o llevando a una defección de la creatividad humana; o de aquellos que defienden la vida animal sobre la vida humana, como los que desde la máxima tribuna de la Nación, penalizan a quienes comercializan los huevos de tortuga y promueven el aborto.