San Eduardo
PBRO. ADRIÁN RAMOS RUELAS
Inglaterra es un país de honda tradición cristiana. El catolicismo y la Iglesia Anglicana han configurado la
vida de grandes personajes de esa isla. Recordamos recientemente, en el campo de lo civil y político, a la reina Isabel. En lo eclesiástico se ha destacado san Eduardo, el Confesor, entre otros.
Eduardo era hijo de Eteredo y de la normanda Ema. Durante la época de la supremacía danesa fue enviado a Normandía, cuando tenía 10 años, y regresó a su patria en 1042, cuando fue elegido rey. A la edad de 42 años contrajo matrimonio con Edith, la hija del Conde Godwino, la mayor amenaza para su reino. La tradición sostiene que san Eduardo y su esposa guardaron perpetua continencia por amor a
Dios y como un medio para alcanzar la perfección.
La administración justa y equitativa de san Eduardo le hizo muy popular entre sus súbditos.
La perfecta armonía que reinaba entre él y sus consejeros se convirtió más tarde en el sueño dorado, ya que durante el reinado de Eduardo, los barones normandos y los representantes del pueblo inglés ejercieron una profunda influencia en la legislación y el gobierno. Uno de los actos más populares del reinado de san Eduardo fue la supresión del impuesto para el ejército; los impuestos recaudados de casa
en casa en la época del santo fueron repartidos entre los pobres.
Durante el destierro en Normandía, san Eduardo había prometido ir en peregrinación al sepulcro de san Pedro en Roma, si Dios se dignaba poner término a las desventuras de su familia. Después de su ascenso al trono, convocó un concilio y manifestó públicamente la promesa con que se había ligado. Sin embargo, la asamblea le manifestó que con su partida se abriría el camino a las disensiones en el interior del país y los ataques de las potencias extranjeras.
El rey decidió someter el asunto a juicio del Papa san León IX, quien le sugirió repartir el dinero que habría gastado en el viaje entre los pobres, y construir un monasterio en honor a San Pedro.
El último año de vida del santo se vio turbado por la tensión entre el conde Tostig Godwinsson de Nortumbría y sus súbitos; finalmente, el monarca tuvo que desterrar al conde. San Eduardo falleció en 1065.
La canonización de san Eduardo tuvo lugar en 1161, y dos años después de que su cuerpo se mantenía
incorrupto, fue trasladado por santo Tomás Becket a una capilla del coro de la abadía de Westminster, de la cual san Eduardo fue su promotor, el 13 de octubre, fecha en que se celebra actualmente su fiesta.
¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE ÉL?
- Su habilidad para administrar como soberano.
- Su extraordinaria piedad.
- Su amabilidad y empeño por promover la paz.

Definitivamente, hacen falta en el mundo líderes, instrumentos de paz, como san Eduardo. En cada nación habrá quién meta las manos al fuego para alcanzar la paz para sus compatriotas. No dejemos de construir una humanidad con valores y principios que favorecen a todos.
¡Bienaventurados los que tejen la paz!