Nuestra distinción entre buenos y malos es, a veces, demasiado superficial. Necesitaríamos bajar a lo profundo del corazón, pero esto sólo lo puede hacer Dios.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"