PBRO. ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO
El 16 de junio de 1823, los diputados del primer Congreso jalisciense tomaron la decisión de nombrar a Nuestra Señora de Zapopan, Protectora Universal del nuevo Estado Soberano de Jalisco. La ceremonia tuvo lugar dentro de la solemnidad que desde 1821 se venía teniendo en la Catedral tapatía para conmemorar el generalato que esta misma advocación mariana había recibido dos años atrás.
De esta manera, nuestros líderes políticos de aquel tiempo velaban para que la identidad de estas tierras se conservara fiel a sus orígenes, y así como habían consagrado la independencia de la Nueva Galicia a la Virgen de Zapopan, así ahora ponían bajo su patrocinio el destino del nuevo estado apenas constituido.
Protectora “universal”, era un término que significaba “única”, concentrando así, en un solo símbolo, la importante misión de preservar la memoria histórica de los habitantes de estas tierras, y con ello, un legado de extraordinaria riqueza, como lo era la cultura regional que durante trescientos años se había venido fraguando en medio de retos, oportunidades y grandes trabajos.
En efecto, el Jalisco que ahora surgía no había nacido en ese año, hundía sus raíces en el proceso arduo de integración racial y cultural ocurrido a partir, sobre todo, de 1530, cuando europeos, etnias de otras regiones, los pueblos originarios de estos rumbos y muy pronto, personas de África se encontraron, chocaron, se combatieron, se aliaron, y al final se fueron uniendo para generar nuevas razas, nuevas culturas, nuevos horizontes.
En la trascendental tarea de dar este paso hacia la independencia primero, y a la constitución del estado enseguida, jugó un papel de primera importancia el destacado Obispo de Guadalajara, don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, al que, sin embargo, no se le reconoce su obra, a causa de las luchas ideológicas que vendrán después, y sobre todo, al hecho de que se nos hubiera impuesto una visión de la historia centralista y uniformadora, donde lo nuestro pasó a un plano del todo secundario, no sin la cooperación de varios jaliscienses que actuaron como verdaderos traidores.
Lo que debemos celebrar en este aniversario es el hecho de que Jalisco, a pesar de que su proyecto federalista fuera en la práctica subvertido, ha logrado no sólo sobrevivir, sino aún seguir creciendo y con grandes resultados, si bien en nuestro tiempo, la pérdida de identidad que vivimos es el paso previo a nuestra desintegración como cultura, una cultura que ha sido tan rica y tan avalada.
Como dato digno de reflexión, debemos recordar que dos de nuestros galardones como patrimonio mundial tienen que ver, uno con el ancestral culto de Nuestra Señora de Zapopan, y el otro con el señor Obispo Cabañas, que presidió las ceremonias en que la Virgen fue declarada tanto Generala de Armas, como Protectora Universal del Estado de Jalisco, habría que preguntarnos hasta qué punto las iconografías de nuestras iglesias han seguido avalando este gran ideal o lo han olvidado.
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