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Estos temas tocan las fibras más sensibles de la vida humana, abordando cuestiones de fe, respeto a la vida y la muerte.

Pbro. Eduardo Michel Flores

Es sólida la doctrina que la Iglesia ofrece. Tiene muy en cuenta la dignidad del cuerpo humano, incluso después de la vida terrenal.
La enseñanza de la Iglesia sobre la muerte, la cremación y el destino de las cenizas de los difuntos se encuentra en múltiples documentos del Magisterio, como el Catecismo de la Iglesia Católica, por ejemplo, y particularmente puede encontrarse en la Instrucción del Papa Francisco “Ad resurgendum cum Christo”, de 2016, en la que se habla de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación.
Dado que en muchos países se ha difundido considerablemente la práctica de la cremación, y al mismo tiempo se han propagado ideas en desacuerdo con la fe de la Iglesia, la instrucción comienza recordando que “la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de la fe cristiana, predicada como una parte esencial del Misterio Pascual desde los orígenes del cristianismo”, es decir, que los hombres ven iluminado el misterio de la muerte por la Resurrección de Cristo, primicia de nuestra resurrección, por tanto, la muerte no es el final de la existencia humana, sino la resurrección y la vida eterna.
LA CREMACIÓN Y LA POSICIÓN DE LA IGLESIA
Históricamente, la Iglesia desalentaba la cremación por su fe en la resurrección de los muertos. Sin embargo, en 1963 la Iglesia permitió la cremación siempre que no estuviera motivada por razones contrarias a la fe en la resurrección de los muertos.
La instrucción dice que:
“Si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio, o si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente”.

Debido a que se ha multiplicado la práctica de la cremación, la instrucción tiene por objeto “reafirmar las razones doctrinales y pastorales para dar preferencia a la sepultura de los cuerpos y emanar normas relativas a la conservación de las cenizas en el caso de la cremación”.
La instrucción señala que “siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.
Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia.
“No puede permitir, por lo tanto, actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la madre naturaleza o con el universo, o como una etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la prisión del cuerpo”.
Cuando diversas razones llevan a optar por la cremación, la instrucción afirma que “la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo y por lo tanto no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo”.
En ausencia de razones contrarias a la doctrina cristiana, la Iglesia, después de la celebración de las exequias, acompaña la cremación con especiales indicaciones litúrgicas y pastorales, teniendo un cuidado particular para evitar cualquier tipo de escándalo o indiferencia religiosa.
UN ACTO DE MISERICORDIA
Desde el principio, recuerda la instrucción, los cristianos han deseado que sus difuntos fueran objeto de oraciones y recuerdo de parte de la comunidad cristiana. Además, la instrucción precisa que “la sepultura en los cementerios u otros lugares sagrados responde adecuadamente a la compasión y el respeto debido a los cuerpos de los fieles difuntos, que mediante el Bautismo se han convertido en templo del Espíritu Santo”.
La conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana. Así, además, se evita la posibilidad de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas.

Por último, el documento señala que “la sepultura de los cuerpos de los fieles difuntos en los cementerios u otros lugares sagrados favorece el recuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana, y la veneración de los mártires y santos”.

“Por las razones mencionadas anteriormente, no está permitida la conservación de las cenizas en el hogar”. Además, las cenizas no pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares y se les debe asegurar respeto y condiciones adecuadas de conservación.

LA IGLESIA NO IMPONE, PROPONE SU ENSEÑANZA
La enseñanza de la Iglesia sobre la muerte, la cremación y el destino de las cenizas de los difuntos está arraigada en su profundo respeto por la vida humana y en su fe en la resurrección. A través de estas pautas, la Iglesia busca mantener la reverencia y el honor hacia el cuerpo humano, aún después de la muerte, y reafirmar la esperanza en la vida eterna.
La cremación, aunque ahora aceptada, se debe realizar con cuidado y respeto. La Iglesia alienta a los fieles a considerar el significado de la muerte y la vida eterna al tomar decisiones sobre el destino de las cenizas. La conservación en un lugar sagrado ofrece consuelo y un recordatorio constante de la fe en la resurrección y la comunión de los santos.
Las normas de la Iglesia buscan guiar a los creyentes para que honren la vida y la muerte, reconociendo que la muerte no es el fin, sino el paso necesario hacia la vida eterna. Esta instrucción nutre la esperanza y da consuelo al ser humano en el camino de la vida con el anhelo de encontrarse un día, después de una vida santa, en la presencia de Dios.

PAUTAS PARA EL DESTINO DE LAS CENIZAS DE LOS DIFUNTOS

  • Conservación en un lugar sagrado:
    La Iglesia establece que las cenizas deben conservarse en un lugar sagrado, como un cementerio, una cripta o una iglesia. Esto refleja el respeto debido al cuerpo humano y reafirma la creencia en la resurrección.
  • Evitar la dispersión o esparcimiento:
    La dispersión de cenizas en la naturaleza, el mar o cualquier otro lugar no está permitida. Tampoco se permite su transformación en objetos de uso personal, como joyas, que contradigan la dignidad del cuerpo humano y la fe en la resurrección.
  • No mezclar cenizas humanas con cenizas de animales:
    La mezcla de cenizas de un difunto con las de un animal no está permitida, independientemente del vínculo emocional que existiera entre la persona fallecida y la mascota. La Iglesia defiende la necesidad de subrayar la distinción entre la dignidad humana y la de los animales.

¿CUÁNTO CUESTA UN FUNERAL?
Hay que destacar que, aunque cada empresa funeraria ofrece diferentes paquetes y servicios funerarios, los costos pueden oscilar entre los 22 mil hasta los 50 mil pesos. Los paquetes comúnmente incluyen ataúd y urna, en caso de cremación, sala de velación y cafetería.
Es importante mencionar que en la Arquidiócesis de Guadalajara más de 40 Parroquias ofrecen el servicio de Mutual de Difuntos. Agregando que en la Zona Metropolitana de Guadalajara, ZMG, actualmente existen alrededor de 50 panteones, contemplando todos los municipios que integran la zona conurbada.

MUTUAL GENESIS DE VIDA
Surgida hace casi 20 años, ideada por Mons. Engelberto Polino, Génesis de vida fue una obra social del 48º Congreso Eucarístico Internacional.
Actualmente beneficia 22 Parroquias, ofreciendo servicios funerarios a bajo costo. El costo actual son $ 450.00 de Anualidad y $ 100.00 de inscripción sólo una sola vez, otorgando un paquete de un costo de $ 9,000.
Mayores informes al Tel. 3337214320

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