
SERGIO PADILLA MORENO
La música ha sido un vehículo privilegiado para relacionarse con Dios. Ya sea en los diversos actos litúrgicos de la Iglesia o en el modo de vivir ciertos tipos de espiritualidad, hombres y mujeres de fe han encontrado en la música sacra y religiosa algo más que un arte al servicio del culto o del simple disfrute estético.
Veamos algunos breves testimonios de varios maestros espirituales, reconocidos sacerdotes, que manifestaron de diversos modos su pasión por la música. No en todos los casos, insisto, se hace referencia explícita a la sacra o religiosa, pero se deja entrever la acción misma de los diversos géneros de la música y los más variados compositores en la vida de estos testigos de Dios.
UN PLACER FUERA DE ESTE MUNDO
El sacerdote español José Luis Martín Descalzo, escribió en dos de sus famosos artículos publicados en el periódico ABC, lo siguiente: “Me he preguntado muchas veces a mí mismo qué es lo que tiene la música (me refiero a la buena; a la única que merece ese nombre) que, cuando la escucho, me produce algo muy diferente del placer, o, al menos, algo muy distinto de todos los demás placeres de este mundo.
Oír buena música, efectivamente, no es sólo “disfrutar” como cuando se come un helado o se contempla un paisaje hermoso, o cuando el cuerpo se chapuza en una playa templada.
El “placer” de la música es otra cosa, es muy diferente y superior. Es algo que, literalmente, no es de este mundo.” “¿Cuántos trozos de mi alma debo a Bach o a Mozart?” “San Agustín definió a la música — ¡asombrosamente bien! — como «la carne de la memoria», asegurándonos que apunta hacia una dimensión del futuro sin tiempo.”
PRIMERO LA MÚSICA
También sabemos sobre la pasión musical de Hans Urs Von Balthasar, una de las mentes teológicas más brillantes del siglo XX, ya que alguna vez dijo: “La ocupación primordial de los primeros años antes de entrar en el bachillerato era la música. Desde las primeras impresiones musicales hasta la Misa en mi bemol mayor de Schubert, desde los cinco años y hasta la Patética de Tchaikovski, a los ocho años, dediqué un número infinito de horas al piano.” Se sabía de memoria numerosas obras de Mozart y este gusto musical le duró durante toda su vida.
EL LUJO DE LA MÚSICA
El jesuita español Carlos G. Vallés, conocido por lo prolijo de su pluma, nos comparte en su libro de carácter autobiográfico: “La música es también parte de mi ser. El placer de sentir nacer la música bajo mis dedos (llegué a dominar desde las sonatas de Mozart hasta los estudios de Chopin) ha sido una de las experiencias más profundas, duraderas y formativas de mi vida. Una vez jesuita aprendí el órgano –y disfruté el gozo de tocar Bach al órgano-. Y en viajes múltiples he tenido el interés y la suerte de oír a las mejores orquestas del mundo, lujo que nunca he rechazado cuando se ha presentado la ocasión. La música es parte de mi vida”.
El autor es académico del ITESO,
Universidad Jesuita de Guadalajara – padilla@iteso.mx
PARA ESCUCHAR
Razones para la Esperanza – La mano en el violín.