Editorial #1179
En el Informe de Gobierno del presidente, referente a los primeros nueve meses de su administración, utilizó 90 minutos para elogiar sus decisiones y sus resultados. El reconocimiento a los problemas que enfrenta su gobierno fue casi inexistente.
El realismo mágico se hizo presente en el informe, presentando descripciones detalladas que incluyen sentimientos familiares, imaginario popular, mezclados con datos históricos. Dentro del mensaje López Obrador reconoció con nombre y apellido a empresarios que lo han respaldado como Carlos Slim, y también dedicó líneas duras contra los adversarios políticos a los que declaró “moralmente derrotados”.
Rompió paradigmas en su informe de Gobierno, pues es el primero según la ley, y el tercero según la Presidencia. El tono y las frases de su discurso contrastaron con la solemnidad histórica de los mensajes presidenciales.
Los rostros en el Patio de honor del Palacio Nacional variaban en sus reacciones a las palabras del presidente. No era igual, la cara de incredulidad y seriedad del presidente de la CNDH, Luis Raúl González Pérez, cuando se dijo que en México el Estado ya no viola los derechos humanos, se protege a periodistas y defensores civiles y se respeta la autonomía de la Comisión. Los generales y almirantes escuchaban contentos los elogios presidenciales a los militares que “son pueblo uniformado y pueblo que cuida al pueblo”.
La alteración de la realidad con acciones fantásticas, es la característica principal del realismo mágico, ya que son narradas en un modo realista, dando por sentado la aceptación de estos hechos como reales y verdaderos, tanto para el protagonista como para las audiencias.
El mandatario describió un país “con estado de derecho pleno”, con “desarrollo, bienestar y mejor distribución del ingreso” y en el que “ya no hay tortura y el Estado dejó de ser el principal violador de los derechos humanos”.
La narrativa del presidente es muy poderosa, con capacidad de ofrecer ilusiones, identificando al mismo tiempo a los enemigos reales y potenciales del sueño igualitario, justo, democrático, pacífico y próspero que ilumina el proyecto de cambio de régimen propuesto por la Cuarta Transformación,
En su narrativa, habla como se habla en la calle, e interactúa con el pueblo, otorgándole el rango de asesor fundamental. Se ha hecho eco del dolor y agravio acumulados por décadas en una sociedad que se había acostumbrado a la corrupción en casi todos los planos de la convivencia, que daba por sentada la desigualdad arraigada en estamentos sociales y que comenzaba a normalizar, todas las violencias que se multiplican por todo el territorio.
Lo que perturba este sueño de país, presentado en el primer informe, es que habla como si el país que describe existiera gracias a sus deseos: crea con palabras una realidad que lo contradice. El imaginario de palabras que no se pueden negar, porque la contradicción es propia de los conservadores, los neoliberales y los enemigos. Y que reclama, en consecuencia, la obediencia total. La del país de un solo hombre. Preocupa que el andamiaje de la democracia le estorbe en la construcción del país que quiere.
Todos queremos vivir en el país que describe el presidente en su informe. Pero hay que construirlo de verdad: no por las palabras que pronuncia una sola persona, sino por el esfuerzo y las palabras verdaderas de todos.