Nicolle Alcaraz
A la orilla del río Bolaños, al norte de Jalisco, se encuentra El Tepec, una comunidad pequeña, minera, y acechada por las montañas, a la que el Cardenal Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara, tuvo la dicha de visitar el pasado viernes 18 de febrero, con el propósito de bendecir el nuevo retablo del templo y los Santos que lo acompañarán.
La Santa Misa inició estando también presente el Señor Cura Jorge Armando Jiménez Ramírez, párroco de San José Bolaños, de la que forma parte el templo del Tepec. Por lo que, minutos antes de que comenzara la ceremonia, el lugar lucía rebosante de feligreses, habiendo poco más de 100 visitantes.
La celebración contó con la participación del coro local de la Inmaculada Concepción, quien preparó diversos arreglos con motivo del festejo, los cuales estuvieron también acompañados de pirotecnia.
Dato curioso del templo
El Templo, ubicado en el corazón de esta localidad, a pesar de ser pequeño, resalta por su construcción de piedra y cantera que saca a relucir los años que lo conforman. En el atrio se encuentran diferentes lápidas que tapizan el camino hasta la entrada principal del lugar.
Compartiendo la fe y la Arquidiócesis
“La fe y la pertenencia a la Arquidiócesis nos unen” recordó el purpurado a los ahí presentes, destacando que a pesar de la distancia, el pueblo de Dios siempre se mantiene cercano. Agradeció también a los padrinos y a la comunidad en general por haber hecho posible la construcción del nuevo retablo y de los Santos.
Más adelante, el Cardenal se dispuso a llevar a cabo la bendición, bajo las palabras: “te pedimos que nos concedas que este retablo dedicado al culto divino y a las celebraciones litúrgicas, que es signo de piedad, ayude a aumentar nuestra devoción”. Prosiguió a rociarlo con agua bendita, inundando con aplausos el templo una vez concluido el asperjado.
Posteriormente, durante la homilía, el Cardenal dialogó respecto al salmo, en el cual se comentó que la fe sin obras está muerta.
“La fe es el único camino que me lleva a la vida eterna (…), pero la fe no es solamente un sentimiento; un raciocinio de nuestra inteligencia; no es una idea, por hermosa que sea. La fe es una vida (…) y si nuestra fe no se manifiesta en obras, es como si no la tuviéramos. (…) El amor no son buenas razones, el amor son obras y no solo hermosos motivos” indicó.
Asimismo, el purpurado destacó y agradeció el recibimiento de tantas personas que acudieron al evento, principalmente los niños y niñas, quienes eran tantos que sus voces se agrupaban en murmullos que llenaban el templo. “Quiero decirles algo que me llena a mí de mucha esperanza respecto a ustedes, la comunidad que tengo ante mis ojos. ¿Saben que me da mucha alegría? (…) ver tanto niño y tanta niña”.
Es por ello que, inspirado por la presencia infantil y juvenil, invitó a los presentes, en particular a los padres de familia, a cuidar la fe en los más jóvenes. “A nosotros los adultos nos toca transmitir a las nuevas generaciones el tesoro de la fe. Nos toca, con nuestra palabra, pero sobre todo con nuestra manera de vivir, mostrarles que la fe es un tesoro, una luz que nos da seguridad en el camino de la vida. Es una luz que nos marca claramente nuestro destino”.
Finalmente, durante la bendición de los Santos: San Antonio de Padua, la Santísima Trinidad y San José, los padrinos de cada imagen los presentaron hasta el altar, y tras mojarlos de igual forma con agua bendita, el Cardenal pidió por que estás sirvieran como un medio para su intercesión.