Armando González Escoto
Durante veinticinco años el Semanario, periódico editado en la diócesis de Guadalajara, ha logrado no sólo mantenerse, sino, sobre todo, evolucionar, la idea de tener un periódico católico nació de una experiencia exitosa pero que por décadas se mantuvo abandonada. En efecto, el periodismo católico en Jalisco nació en el siglo XIX y tuvo una existencia prolongada y muy fructífera que solamente la Guerra de Reforma destruyó. Con gran trabajo y enorme esfuerzo de la comunidad católica este periodismo pudo recuperarse y ser nuevamente influyente en los primeros treinta años del siglo XX.
Pasada la Guerra Cristera y la etapa de inestabilidad acumulada desde el inicio de la Revolución Mexicana en 1911, el entusiasmo por el periodismo tuvo un cierto declive y más bien se promovieron publicaciones tipo revista, con cobertura nacional, emanadas desde organismos nacionales, seminarios, parroquias, o desde comunidades religiosas.
Con los cambios generados por el Concilio Vaticano II se dio un nuevo soporte a esta vocación, que en el mundo occidental llevaba ya casi tres siglos de existencia, si nos atenemos a los primeros periódicos publicados en la Europa de siglo XVII, pero sin que se pudiera hablar de un verdadero periódico católico, en su lugar circulaban numerosos boletines y periódicos parroquiales semanarios, algunos con amplio tiraje y larga duración como el que por años mantuvo la parroquia de Santa Mónica de la Barca, que además tenía su propia imprenta. Por los años del cardenal Salazar se publicó, para consumo sobre todo del presbiterio, un pequeño boletín muy leído llamado “Brisas del Santiago”, cuyos editores y escritores se hicieron célebres por el sentido humorístico y agudo de su publicación, que no pocas veces produjo resquemores, desde el momento que expresaban las posibles otras maneras de interpretar el acontecer ordinario de la Iglesia.
Los antecedentes inmediatos del Semanario hay que buscarlos en el boletín diocesano que circuló a partir de las explosiones del 22 de abril de 1992 en Guadalajara, bajo el impulso del padre Maurilio Martínez y del Sr. Obispo J. Guadalupe Martín Rábago, titulado “El Samaritano”. Posteriormente y por iniciativa del propio Sr. Martín Rábago, el padre Maurilio desarrolló un proyecto, con la colaboración del periodista Jesús Parada, para la publicación de un periódico diocesano, propuesta respaldada ampliamente por el Sr. Cardenal Posadas, pero cuya inesperada y hasta la fecha impune muerte, detuvo. Vino un periodo intermedio en tanto la Santa Sede nombraba un nuevo arzobispo, lo cual sucedió en 1994.
Contemporáneamente regresaba de Roma el padre Pedro Rodríguez, que había estudiado en aquella ciudad Medios de Comunicación, y trabajando en la Radio Vaticana, el padre Maurilio le entregó el proyecto al padre Pedro y éste junto con el padre Antonio Gutiérrez y un amplio equipo de colaboradores lo llevaron finalmente a la práctica con el apoyo del nuevo arzobispo, y hechas las adecuaciones pertinentes.
Los retos fundamentales entonces y ahora han sido crecer en la calidad periodística, obtener el pleno respaldo del presbiterio en lo relacionado a la divulgación, y aumentar el número de lectores, junto con los necesarios apoyos financieros sin los cuales no sería posible sostener su edición.
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