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JOSÉ DE JESÚS PARADA TOVAR

En las postrimerías del sexenio del Presidente José López Portillo Pacheco, 1976-1982, lanzó la controvertida idea de crear una Comisión Nacional “Para la Defensa del Idioma”, vertebrada hasta llegar a los estratos de los más de dos mil Municipios. Polémica, porque, con todo y la justificada intención del momento, se le ocurrió cuando fenecía su mandato, sin tiempo ya para “socializar” (como se dice ahora con elegancia pero sin efectos) la propuesta, aterrizarla, permearla y hacerla comúnmente aceptada.
Nieto del Gobernador, escritor y poeta jalisciense José López Portillo y Rojas (por cierto, autor del popular y marcial Himno Guadalupano: “Mexicanos, volad presurosos…”), el entonces Titular del Ejecutivo Federal ya había mostrado arrestos nacionalistas, que incluso le hicieron prometer “defender el peso como un perro”, y su iniciativa en pro del idioma pretendía abolir del uso generalizado los “pochismos”, términos y anuncios gringos que ya proliferaban hasta en la sopa.
¿Quién se acuerda o a quién le interesa eso, al menos para redimirle una dimensión justa, sensata y acorde a la actualidad?… Obviamente, una cruzada en tal sentido no debería ni podría navegar contra la corriente modernista que implica el uso de las sofisticadas plataformas de comunicación digital, saturadas de signos, elementos y vocablos encriptados, so pretexto de “economía” de palabras, pero que reflejan aprehensión por la prisa, descarte del pensamiento e ignorancia del lenguaje.
Da pena ajena, hoy en día, comprobar el bajo nivel de lecto-escritura en la niñez al cursar y concluir la primaria. ¿Y qué decir de los estratos de secundaria y bachillerato, en cuya enseñanza ya no se atienden ni remedian las de- ciencias anteriores? Y luego observamos el mismo problema, agravado, en los grados tecnológicos y universitarios, en los cuales, de plano, nada interesa promover la lectura de libros extracurriculares, ni mucho menos la escritura. Peor aún, constatar con mucha frecuencia, en “profesionistas” de cualquier carrera, su crasa incompetencia para hablar y leer con propiedad, y escribir correctamente, echando mano de las sabias reglas gramaticales y de la enorme variedad y riqueza de nuestra lengua castellana.
Si se pretendiese un reencauzamiento en el gusto y buen empleo del idioma, ¿se trataría de reivindicar obsolescencia en la educación familiar y formal en aulas? Por supuesto que no. Las modas y modismos están destinados a ser efímeros. El bien decir, la afición por la lectura, el disfrute de escribir, son producto de un pensamiento lúcido, abonan la inteligencia y enriquecen las relaciones personales.

@arquimedios_gdl

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