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Esperanza Romero Díaz

“Llamamos para informarle que dio positivo a COVID-19”.

La primera reacción fue de incredulidad. Nada que ver con poner en duda la existencia del nuevo virus, que ha puesto de cabeza al planeta, sino porque la ausencia de síntomas me hizo pensar que el resultado sería negativo a la enfermedad.

¿Que qué puedo decir sobre la reciente experiencia?, una vez superada la etapa de confinamiento y con el papel en la mano que dice “negativo” a COVID-19 (después de una segunda prueba): que es terrible.

Si entre las personas medianamente informadas te ven como una amenaza y, por si las dudas, prefieren la distancia; ¿qué será en otras esferas, donde no se consume información ni hay acceso a la misma?

El rechazo y juicio de los más cercanos y los más queridos, es doloroso. Aunque entiendes que es producto del miedo, hiere.

Vi la vida sobre las ruedas de un tren que pasa toda velocidad con el reto de que trepes y te salves. Los que lo logran, no hacen más que mirar a los que quedan abajo, si acaso mueven la mano en señal de un tímido adiós para los que no les queda más, que estar resignados. 

¿Será acaso susceptibilidad? El aislamiento obligado durante los 14 días posteriores al diagnóstico, y los cuidados, especialmente los primeros cinco días de esa catorcena, es complicado cuando las llamadas telefónicas son para preguntarte hace cuánto tiempo te hicieron la prueba y si habrías puesto en riesgo a aquéllos con quienes estuviste, aunque no hubo abrazos, besos o contacto a menos de dos metros.

Y qué decir de quienes dan por hecho que (el resultado positivo a la temida enfermedad) es consecuencia de un descuido o, peor, de negligencia. No falta la actitud inquisidora, de investigación, que cesa solamente con la rendición de cuentas. Quizá eso solo pase con los que somos asintomáticos, supuse, y con humildad accedí a dar datos pormenorizados y explicar una y otra vez lo mismo. Dónde y cuándo me contagié, no lo sé. Hoy que lo superé, entiendo la necesidad de erradicar la discriminación y tender lazos de amor.

En este contexto de emergencia, la salvaguarda a los derechos humanos es más importante que nunca, afirma la Secretaría de Gobernación en sus “Observaciones sobre Violaciones a Derechos Humanos cometidas durante la Contingencia Sanitaria por COVID 19 (segunda entrega, abril-mayo 2020).

“El potencial violatorio de derechos humanos radica en la forma discursiva que fomenta la estigmatización de las personas, y jurídica sobre la que se basan las sanciones que se han establecido, su temporalidad, autoridad que la emite, alcance territorial, así como la ausencia de criterios claros para su ejecución”.

El documento da cuenta, entre otras violaciones, de las detenciones y abuso de autoridad porque los ciudadanos no portaban cubre bocas, así como de 103 agresiones a personal de la salud en 29 estados (Jalisco es segundo lugar con 15 casos), entre abril y mayo.

La Subsecretaría de Derechos Humanos, Población y Migración, responsable del reporte, advierte que estamos en un momento de estrés colectivo y social, que puede generar reacciones de miedo e intolerancia, por lo que llama a reforzar la solidaridad y empatía.

Si caes por el contagio, con mucho amor y no menos dolor te dirán adiós porque al final, el instinto dice: “sálvese quien pueda”.

@arquimedios_gdl

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