Pbro. Adrián Ramos Ruelas
Recientemente el Papa Francisco elevó la catequesis al grado de ministerio laical. Ser catequista es un servicio primordial e indispensable para la evangelización de toda época. Seguramente recordamos con cariño a nuestros catequistas. En la historia de la Iglesia hemos tenido grandes catequistas. Uno de ellos es el también Padre y Doctor de la Iglesia, Cirilo de Jerusalén.
Cirilo nació de padres cristianos en el año 315. Vivió en la época en que arreciaba la herejía de Arrio (que no reconocía la divinidad de Jesucristo). Cirilo llegó a simpatizar con los semiarrianos. Pronto los abandonó y se adhirió a la doctrina ortodoxa de Nicea. Por esto fue varias veces desterrado, bajo los emperadores Constancio y Valente. El primer concilio ecuménico de Constantinopla, en el que participó Cirilo, reconoció la legitimidad de su episcopado.
Las primeras incertidumbres de su pensamiento teológico demoraron, en Occidente, el reconocimiento de su santidad. Su fiesta fue instituida hasta en 1882. Se le celebra actualmente el 18 de marzo.
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El Papa León XIII le concedió el título de doctor de la Iglesia por las 24 Catequesis que Cirilo compuso probablemente al comienzo de su episcopado y que él dirigía a los catecúmenos que se preparaban para recibir los sacramentos.
De las primeras 19, trece están dedicadas a la exposición general de la doctrina, y cinco, llamadas mistagógicas, están dedicadas al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana.
Las Catequesis de San Cirilo nos llegaron gracias a la transcripción de un estenógrafo, en la íntegra naturalidad y sencillez con que el santo obispo las comunicaba a la comunidad cristiana en los tres principales santuarios de Jerusalén, es decir, en los mismos lugares de la redención, en los que, según la expresión del predicador, no sólo se escucha, sino que “se ve y se toca”.
El cristiano es, según Cirilo, “Cristoforo” o “portador de Cristo” y el catequista debe hacer eco con su voz a la Palabra de Dios: esta es la misión que el Santo Obispo de Jerusalén llevó a cabo y sigue llevando a cabo hoy, mostrando a la comunidad eclesial la belleza de los sacramentos y defendiendo los fundamentos de la fe en la persona divina de Jesucristo: de la misma sustancia del Padre, generado pero no creado y consustancial al Padre.
¿Qué podemos aprender de él?
- Su fidelidad a la doctrina católica. Estuvo atento a deslindarse de doctrinas heréticas una vez reconocidos sus errores teológicos.
- Su sistematización catequética. Se preocupó mucho por exponer el mensaje cristiano con grandes aportes para la catequesis y la liturgia cristianas.
- Su profunda unión con Cristo, al que buscó dar a conocer con pasión aun en medio de las persecuciones.