El martes 30 de enero de 1979, en medio del júbilo de su primera visita a México, el Papa Juan Pablo Segundo fue un peregrino más a los pies de la Pacificadora, la Generala, la Taumaturga, la Patrona contra rayos, tempestades y epidemias; peregrino de paz que nos recordó que con María, podemos romper “las múltiples estructuras del pecado” que nos aprisionan y agobian.
Redacción ArquiMedios
Este 2019 se cumplieron 40 años… y parece que fue ayer.
Hoy volteamos la mirada a ese instante que perdura, de ecos resonantes de un mensaje que es vigente: Déjense inundar de Dios mediante la intercesión de María.
Fragmentos de ese día, que iluminan este momento de nuestro peregrinar.
Queridos hermanos y hermanas:
Henos aquí reunidos hoy en este hermoso santuario de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Zapopan, en la gran Arquidiócesis de Guadalajara. No quería ni podía omitir este encuentro en torno al altar de Jesús y a los pies de María Santísima, con el Pueblo de Dios que peregrina en este lugar. Este santuario de Zapopan es, en efecto, una prueba más, palpable y consoladora, de la intensa devoción que, desde hace siglos, el pueblo mexicano, y con él, todo el pueblo latinoamericano, profesa a la Virgen Inmaculada.
Como el de Guadalupe, también este santuario viene de la época de la colonia; como aquél, sus orígenes se remontan al valioso esfuerzo de evangelización de los misioneros (en este caso, los hijos de San Francisco) entre los indios, tan bien dispuestos a recibir el mensaje de la salvación en Cristo y a venerar a su Santísima Madre, concebida sin mancha de pecado. Así, estos pueblos perciben el lugar único y excepcional de María en la realización del plan de Dios (cf. Lumen Gentium, 53 ss.), su santidad eminente y su relación maternal con nosotros (ib., 61, 66). De aquí en adelante, ella, la Inmaculada, representada en esta pequeña y sencilla imagen, queda incorporada a la piedad popular del pueblo de la Arquidiócesis de Guadalajara, de la nación mexicana y de toda América Latina. Como María misma dice proféticamente en su cántico del “Magnificat”: “Me llamarán feliz todas las generaciones” (Lc 1, 48).
Precisamente, cuando los fieles vienen a este santuario, como he querido venir yo también hoy, peregrino en esta sierra mexicana, ¿Qué otra cosa hacen sino alabar y honrar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la figura de María, unida por vínculos indisolubles con las tres personas de la Santísima Trinidad, como también enseña el Concilio Vaticano II? (cf. Lumen Gentium, 53).
Nuestra visita al santuario de Zapopan, la mía hoy, la vuestra tantas veces, significa por el hecho mismo la voluntad y el esfuerzo de acercarse a Dios y de dejarse inundar por él, mediante la intercesión, el auxilio y el modero de María.
San Juan Pablo II
Ella es el refugio de los pecadores (Refugium peccatorum ). El Pueblo de Dios es consciente de la propia condición de pecado. Por eso, sabiendo que necesita una purificación constante “busca sin cesar la penitencia y la reconciliación” (Lumen gentium, 8). Cada uno de nosotros es consciente de ello: Jesús buscaba a los pecadores: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos, y no he venido yo a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Lc 5, 31-32). Al paralítico, antes de curarlo le dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (Lc, 5, 20); y a una pecadora: “Vete y no peques más” (Jn 8, 11).
Si la conciencia del pecado nos oprime, buscamos instintivamente a Aquel que tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Lc 5, 24) y lo buscamos por medio de María, cuyos Santuarios son lugares de conversión, de penitencia, de reconciliación con Dios.
San Juan Pablo II
Ella despierta en nosotros la esperanza de la enmienda y de la perseverancia en el bien, aunque a veces pueda parecer humanamente imposible.
Ella nos permite superar las múltiples “estructuras de pecado” en las que está envuelta nuestra vida personal, familiar y social. Nos permite obtener la gracia de la verdadera liberación, con esa libertad con la que Cristo ha liberado a todo hombre.
Esto es María Inmaculada para nosotros en este santuario de Zapopan. Esto es lo que hemos venido a aprender hoy de ella, a fin de que ella sea siempre para estos fieles de Guadalajara, para la nación mexicana y para toda América Latina, con su ser cristiano y católico, la verdadera “estrella de la Evangelización”.
Consultar homilía íntegra Papa Juan Pablo II en Zapopan
