“Tras la tristeza, espera con alegría el gozo que vendrá”, San Pedro Damián
Pbro. Adrián Ramos Ruelas
Algunos de nuestros santos han sido considerados Doctores de la Iglesia. Las características que deben reunir estos santos sabios son: santidad de vida, ortodoxia de doctrina, erudición eminente, aprobación y declaración expresa de la Iglesia. San Pedro Damián es uno de ellos.
“Damián” significa: el que doma su cuerpo. Fue un domador de sí mismo, hombre austero que Dios envió a la Iglesia en un tiempo de relajación de costumbres. Se necesitaban predicadores como él que tuvieran el valor, como San Juan Bautista en su tiempo, de corregir los vicios con sus palabras y con sus buenos ejemplos.
Nació en Ravena, Italia, en 1007. Quedó huérfano muy pequeño. Un sacerdote le costeó sus estudios. En adelante se llamará siempre Pedro Damián en honor a su protector. Tenía una inteligencia privilegiada. A los 25 años era ya profesor de universidad. Se dispuso a hacerse religioso. Ingresó a un convento benedictino fundado por San Romualdo. Tras hacer mucha penitencia, comprendió que lo mejor era tener paciencia con las penas permitidas por Dios y que la mejor penitencia era dedicarse a cumplir exactamente los deberes de cada día y a estudiar y trabajar con todo empeño.
Se dedicó a redactar sus propios libros y cartas que se hicieron famosas por su gran sabiduría. Llegó a ser superior del convento. Destacó por su humildad. Fue también un gran director espiritual. Se propuso luchar enérgicamente contra los pecados de impureza y simonía (compraventa de bienes espirituales) que se vivían en el clero.
Fue nombrado Cardenal y Obispo de Ostia. Sus sermones se escuchaban con mucha emoción. Una de sus obras, “Libro Gomorriano”, en contra de las costumbres de su tiempo, era leído con gran provecho espiritual.
La gente decía: “El Padre Damián es fuerte en el hablar, pero es santo en el obrar, y eso hace que le hagamos caso con gusto a sus llamadas de atención”.
Le agradaba mucho retirarse a la soledad a rezar y a meditar, así como ayudar a los pobres. Murió tras experimentar una fuerte fiebre el 22 de febrero de 1072. Fue declarado Doctor de la Iglesia en 1828.
¿Qué podemos aprender de él?
1.- Su dedicación al estudio, especialmente a las ciencias sagradas.
2.- Su gran amor por el clero. Aunque con mucha dificultad, buscó con pasión corregir algunos de los vicios de su tiempo que corrompían a los pastores de la Iglesia en el siglo XI.
3.- Su gran caridad para con los pobres y necesitados.