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Santos Cistercienses

PBRO. ADRIÁN RAMOS RUELAS

“No eres más santo porque no eres más devoto de María” (San Bernardo de Claraval)

San Bernardo de Claraval fue un hombre prominente. Fue considerado en la historia el hombre del siglo XII por su notable influencia en la Iglesia y en el mundo. Seguramente hemos escuchado hablar de él por su gran amor a la Virgen María.
La orden cisterciense ha dado muchos santos a la Iglesia Católica. Basada en la regla de San Benito y nacida en el año 1098 como reacción a la relajación de la Orden benedictina en Cluny, Francia, tiene su origen gracias a Roberto de Molesmes.

Desempeñó un papel protagónico en la historia religiosa del siglo XII. Hizo progresar el cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras, al mismo tiempo.

Como restauración de la regla de San Benito, inspirada en la reforma gregoriana, la orden del Císter promovió el ascetismo, el rigor litúrgico, dando importancia al trabajo manual. Ejerció además un importante influjo en los ámbitos intelectual y económico, en las artes y en la espiritualidad, que es lo que nos ocupa.
Debe su considerable desarrollo a Bernardo de Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcionales.

Actualmente se mantienen la Orden de la “Común Observancia”, con cerca de 1300 monjes y 1500 monjas. Cuentan con 62 y 64 monasterios, respectivamente. En cambio, la Orden de la Estricta Observancia, llamados “trapenses”, cuentan más de cien monasterios masculinos y 76 femeninos, y se cuentan en su haber 2 mil monjes y 1700 monjas.

Su hábito es túnica blanca y escapulario negro, retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la tradicional cogulla monástica, de color blanco. De hecho, se los llamó en la Edad Media «monjes blancos», en oposición a los «monjes negros» que eran los benedictinos.

Entre los santos más destacados de esta Orden destaca, desde luego, San Bernardo de Claraval, el fundador Roberto de Molesmes, Alberico, Aelredo de Rielvaux, las santas monjas Gertrudis Magna, Matilde de Hackeborn y Lutgarda, Esteban Harding y Carlos de Foucauld.

Enseñanzas

  1. La vida de los cistercienses le da un sentido de radicalidad a la vida monástica por buscar observar en su pureza la regla de San Benito.
  2. Su espiritualidad, austera y armónica, se ve reflejada en el arte y manifiesta una paz poco lograda en la humanidad.
  3. Su aporte a la cultura, al arte y a la tecnología hacen de esta Orden toda una institución desde la época medieval hasta nuestros días.


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