Pbro. José Marcos Castellón Pérez
La sinodalidad es una expresión concreta y elocuente de la espiritualidad de comunión. Dentro de la Iglesia se vive y opera en la participación corresponsable y ordenada de todos los miembros de la Iglesia en la misión a ella encomendada, conforme a los carismas, ministerios y servicios prestados al interno de la comunidad creyente. La misión ad extra de la Iglesia sinodal se realiza, en medio de la pluriculturalidad, en el reconocimiento y escucha de las distintas culturas con las que tiene que relacionarse como Sacramento de Salvación.
Una de las características de la urbe actual es precisamente su multuculturalidad, de modo que la cultura se ha convertido en matriz de interpretación de la ciudad. La cultura es «el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios a fin de lograr una existencia plenamente humana» (DA 476); es la forma como una sociedad orienta la existencia y por eso abarca la totalidad de la vida, el conjunto de valores y antivalores, así como las fomas como se expresan y configuran.
Juan Pablo II afirmaba, en la erección del Pontificio Consejo para la Cultura, que el diálogo de la Iglesia con las culturas de nuestro tiempo es donde se juega el destino del mundo y es el horizonte de la nueva evangelización, porque «una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida». Por lo tanto, el diálogo, es decir, la escucha atenta – sinodal de la cultura en el contexto de la cultura urbana debe tomarse muy en serio en la acción pastoral, si verdaderamente la Iglesia quiere responder evangélicamente a esta realidad.
En este sentido, conviene recordar que toda cultura, incluída la cultura urbana, es una realidad humana y, consecuentemente, es ambivalente: goza de la presencia luminosa de la Semina Verbi, incluso de forma incosciente y atemática, como también sufre las consecuencias del pecado. Por tanto, «debemos considerarla con empatía para entenderla, pero también con una postura crítica» (DA 479), sin caer en condenas arbitrarias ni en canonizaciones fáciles, en irenismos o compromisos.La actitud sinodal como diálogo con la cultura urbana supone un acto de fe por el que se profesa que Dios vive en la ciudad y hay que salir a descubrir y desvelar dónde está. Que de la ciudad nos habla de la presencia de Dios e incluso que manifiesta su ausencia, por la que también se revela en cuanto Deus absconditus. El agente de pastoral deberá afinar su sentido espiritual para salir con una mirada contemplativa a la ciudad, para ver, observar, esuchar, tocar a Dios en los hechos, escenas, manifestaciones, en las que percibe búsquedas de lo que toda persona anhela: paz, solidaridad, alegría, convivencia, unión, triunfo, amor, ayuda mutua, salud, alivio, belleza, desciframiento de una vida que no entiende en medio de una pandemia