Pbro. Germán Orozco Mora
Una sola persona, un hombre humillado por el sistema comunista soviético, cual David contra el Gigante, así es considerado el Premio Nobel de Literatura 1970, Alexander Solyenitzin.
Ni de izquierda comunista, ni derechista neoliberal. Expulsado sin identidad Rusa por el Gobierno de Breznev. Vivió en la soledad del bosque en Estados Unidos, despreciado por los escritores “liberales”que poco entendieron la profundidad de su pensamiento y sobretodo de su vida y testimonio existencial.
Alabado y editado por millones su obra Un Día en la Vida de Iván Denisovich. Gracias a Nichita Krushev. Solyenitzin es un héroe ruso indiscutible. Tan grande anota los que saben – como Dostoyevski-.
Al leer un poco, y ver más sobre lo abundante que hay de él en Youtube o redes sociales, no cabe duda que los escritos y vida misma de Alexander Solyenitzin son una transparente y honesta emancipación contra el miserable sistema soviético, (el materialismo dialéctico, como él dice) y de paso, acá en Estados Unidos contra el materialismo consumista. De alguna manera el Nobel ruso 1970, ni se aviene al comunismo, ni acepta el consumismo occidental. ¿Qué quiere pues entónces este ejemplar escritor y pensador humilde y profundo? Expulsado de su patria y despreciado en Estados Unidos. ¿Qué es lo que quiere un personaje así?
A través de su discurso en la Universidad de Harvard (cfr. Youtube) o el de su recepción del Premio Nobel en Estocolmo, al que no asistió, pero leyó un mensaje, Solyenitzin acusa a Europa y Estados Unidos de haber perdido el “Coraje” necesario para vivir y gobernar. Se vive la calamidad de una conciencia sin espiritualidad y un humanismo irreligioso. Con claridad, el incomprendido literato ruso, propone una vuelta de las naciones a Cristo como única solución.

El Nobel de Literatura 1970 lo expresó en las Naciones Unidas. Roberto Carlos en su canto Estoy Aquí dirá: “Cristo mi amigo, espero por la gloria y por la paz de tu venida; eres la verdad en el camino eres la vida, sólo en ti está la solución”.
Durante el mandato de Mijail Gorbachov, se le reabrieron las puertas a Solyenitzin y le devolvieron la ciudadanía rusa que Breznev y sus sabuesos le habían despóticamente quitado para expulsarlo. Volvió a Rusia, vivió en su patria y poco antes de morir Vladimir Putin le visitó en su casa.
Como Octavio Paz, nuestro Nobel de Literatura 1990, Solyenitzin es poco conocido, por poco leído. Gracias a las redes sociales es posible escuchar en español subversivos discursos en los que afirma que el modelo occidental o norteamericano, agonizante y sin sustento –y no conoció a Mr. Trump- no es recomendable para la sociedad rusa contemporanea (1970’s) en el sentido de que el sufrido pueblo ruso ha sabido acudir a la vida espiritual (cristiana) para resistir ya casi un siglo (1917) de sufrimiento.
Por varios años a pesar de haber sido un soldado ejemplar en el campo de batalla durante alguna de las guerras rusas; Solyenitzin fue condenado en varias ocasiones a los campos de trabajo y exterminio siberiano en las ostrov o islas Golovki por esos rumbos. El propio Alexander reconoce que alguien sostuvo sus manos y su vida para lograr Archipielago Gulag, publicado inicialmente en Francia gracias al apoyo de un embajador danés. Pero precisamente es admirable escuchar en la red, cómo fue el milagro de la redacción de su obra mundial; antes de que la temible KGB encontrara un original de varios que ya habían salido providencialmente de la URSS con destino al mundo libre.
En alguna ocasión Carlos Castillo Pereza, entrevistando a Octavio Paz le preguntaba si creía en Dios, a lo que el poeta respondió: “Yo sólo sé que hay alguien más grande que yo, que me deletrea”. Solyenitzin expresa en uno de sus mensajes sobre Archipielago Gulag: “Alguien sostuvo mis manos para que yo pudiera escribir esta obra”. Considerada la más influyente del siglo XX, con más de 10 millones de ejemplares y 30 traducciones.

Con toda su sapiencia y sufrimiento en su vida, Solyenitzin ve en el Cristianismo honesto, el camino de un verdadero humanismo. Tras el fracaso evidente de Comunismo y Consumismo, hay que progresar en lo material dice, pero con autocontrol.