IV DOMINGO
¿Estoy siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios?
Pbro. J. Jesús Suárez Arellano
¿QUÉ NOS DICE DIOS EN ESTE CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO?
Miqueas 5, 1-4a: Un rey pastor, nacido en la humildad, traerá paz y salvación a su pueblo…
Salmo 79: Pastor de Israel escúchanos, resplandece, despierta tu poder, sálvanos, ven a visitarnos, cuídanos, protégenos, danos vida para que invoquemos tu nombre…

Hebreos 10, 3-10: Cuando Jesús viene, se entrega totalmente a su Padre. ¿Podemos nosotros decir, con él: “Aquí estoy Señor para cumplir tu voluntad”?
Lucas 1, 39-44: Cuando María, una mujer humilde y llena de fe, llevaba en su vientre al frágil Hijo de Dios, hace una visita de cariño y de servicio a su prima Isabel que, inspirada por el Espíritu Santo, alaba, se asombra y se alegra…
REFLEXIONEMOS JUNTOS:
[En este último domingo del Tiempo de Adviento se nos propone reflexionar sobre un evangelio de la infancia. Tengamos en cuenta que no es una crónica sino teología narrativa que describe lo que los primeros cristianos creían sobre Jesús después de su resurrección.
María es grade no sólo por haber sido la madre biológica de Jesús sino por haberle transmitido, de palabra y con el ejemplo, la fe de su pueblo y por haber puesto en práctica el mensaje de su Hijo… Así María alcanzó la plenitud como ser humano y se ha convertido en un modelo a seguir también para nosotros. Por ejemplo, en la visita servicial a su parienta Isabel descubrimos la calidad humana de la madre del anti-mesías davídico que nos describen los evangelios y nos muestra la fe de aquella que fue “feliz por haber creído”. Por eso es que María nos ayuda a comprender mejor a Jesús y a su Padre que tiene un corazón de maternal… Y nos manifiesta el rostro materno del Dios que no expresa todo su ser en la metáfora del “Padre”, que no tiene “género” sino que podemos entenderlo también como “Madre”…

Ante el misterio de la Nacimiento del Mesías, anunciado por Miqueas (primera lectura), debemos reaccionar como lo hizo Isabel (y Juan), inspirados por el Espíritu Santo: Alabando, llenándonos de asombro y gratitud y saltando de alegría…
Luego, hemos de decirle al Padre, como Jesús y como María, “venimos para hacer tu voluntad” (segunda lectura)…]
Desde tiempos antiguos Dios ha comunicado su voluntad a las personas en particular y al pueblo en general… Cuando Dios nos expresa su voluntad, ésta hace fecundo nuestro corazón… Las palabras que Dios nos va dando son como semillas poderosas que se siembran en la debilidad de nuestra humanidad… debemos acogerlas y dejar que nazcan, crezcan y den fruto… Este es un proceso lento y eficaz de alumbramiento y fructificación… Parece que a Dios le gusta obrar así: lentamente, desde lo pequeño y la humildad, con discreción; Jesús no viene con un poder abrumador ni nace en un lugar magnífico e importante: nace en Belén, no en un centro religioso como Jerusalén, ni en un lugar poderoso como Roma, ni en un lugar culto como Atenas…
A veces, se nos antojaría que Dios nos salvara a través de acciones poderosas e incuestionables… Pero, el autor de la carta a los hebreos pone en labios de Jesús estas palabras dirigidas a su Padre: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo… Entonces yo dije: He aquí que vengo para hacer tu voluntad»… La Salvación comienza cuando consagramos nuestras voluntades individuales a la voluntad de Dios; así lo hizo también nuestra madre María… Hemos de ofrecerle a Dios nuestro “cuerpo” vulnerable con todo lo que siente y hace, lo que piensa y desea…

María va presurosa con su cuerpo al servicio de su parienta Isabel; Jesús ofrece su cuerpo para salvarnos… Hoy, tú y yo, comparados con estos ejemplos, podemos preguntarnos: ¿Es mi cuerpo un instrumento de salvación en manos de Dios? ¿Sirvo con mis manos al prójimo necesitado? ¿Cuántas acciones buenas realizo a favor de otros? ¿Descubro el cuerpo de Jesús en mis prójimos? ¿A Dónde me conducen mis pies? ¿Mis manos están dedicadas a construir un mundo mejor? ¿Utilizo mi inteligencia para el bien común? Etc…
La Palabra de este día nos da la oportunidad de comprender nuestros cuerpos desde la visión bíblica… A nadie le repugna decir que nuestro cuerpo es, o puede ser, templo del Espíritu Santo y esto contrasta con otras percepciones del cuerpo que se tiene en la actualidad: la cultura del culto al cuerpo que lo despoja de su aspecto trascendente, o el desprecio al cuerpo cuando se le ve totalmente como enemigo espiritual y fuente de pecado carnal…
Reflexionar sobre el cuerpo desde la perspectiva bíblica nos permite no sólo cuidar de él o percibirlo como un “lugar” de encuentro con Dios sino que se impone una urgente revisión de cómo actuamos con nuestro cuerpo y qué hacemos por el cuerpo de los demás; porque Dios puede actuar a través de nuestro cuerpo obrando el bien y la salvación para todos… ¿Uso mis manos para acariciar y cuidar o para amenazar y golpear? ¿Mis pasos me alejan o me acercan a mis prójimos necesitados? ¿Doy amor a los demás con mis gestos y mis palabras?
A veces nos enredamos en teorías, definiciones y distinciones del alma, el espíritu y el cuerpo… Pero la realidad parece más sencilla… A un obispo, después de muchos años de arduo trabajo pastoral, le preguntaban que si había atendido a muchas almas y él respondía – con un guiño y una sonrisa – que nunca había visto un alma para cuidar de ella, que él sólo había visto cuerpos: enfermos o hambrientos, maltratados o golpeados, sedientos de comprensión y cariño, deseosos de paz y de Dios… y, claro, que él mismo había trabajado, convivido y servido con su propio cuerpo… ¿Qué descubro a través del cuerpo de mis hermanos y hermanas? ¿Consagro mi cuerpo a hacer la voluntad de Dios al servicio de los demás como María y Jesús?

TE PROPONEMOS LOS SIGUIENTES EJERCICIOS PARA QUE TE ENCUENTRES CON DIOS DURANTE LA SEMANA:
1. Durante estos días del fin del adviento, te invitamos a observar a las personas que te rodean de forma integral (espíritu, alma y cuerpo), procura descubrir qué es lo que necesita cada una…
¿Qué puedo hacer para “curar” sus necesidades de escucha, cariño, corrección, apoyo, etc.?
¿Qué tanto estoy dispuesto a hacer?
2. Obsérvate a ti mismo y las funciones maravillosas que tienes… Descubre lo sagrado que es tu cuerpo… y date cuenta de todo el bien que puedes hacer a los que te rodean con tu cuerpo…
3. Revisa las metas que te propusiste al iniciar este Tiempo de Adviento… ¿Qué hiciste para cumplirlas? También revisa lo que fuiste reflexionando en cada lección… ¿Qué aprendizajes recibiste? ¿En qué, en dónde y con quiénes los aplicarás?
4. Durante esta semana, pide al Señor el don de poder consagrar tu cuerpo al servicio de sus proyectos…

Dile con S. Ignacio de Loyola: “Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Tú me lo diste, a ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo, dispón de todo a tu voluntad; dame tu amor y tu gracia, que esto me basta”.
También puedes consagrarte todos los días a la Virgen María: “Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a ti. En prueba de mi filial afecto te consagro en este día y para siempre: mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Y, ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como posesión tuya al servicio del evangelio de tu amado Hijo. Amén”.