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Pbro. José Luis González Santoscoy

He tenido la bendición del Señor de poder estar en audiencia privada con Su Santidad el Papa Francisco el pasado lunes 8 de julio, la cual se extendió a una hora y cuarenta minutos. Fue un encuentro para dar seguimiento a un proyecto de evangelización llamado RENOVA, el cual es un plan para la revitalización de la pastoral en toda la Iglesia, proyecto que apoya y respalda totalmente el Santo Padre. Pero en la ediciones posteriores hablaré mas detalladamente de este plan.

Una de las cosas que me impactó en esta audiencia fue la gran sencillez y humildad del Santo Padre, pues en cuanto llegó al lugar donde lo esperábamos en su casa de Santa Marta, nos dijo: “Venga, está haciendo mucho calor, pónganse cómodos y quítense el saco”. Además, nos preguntó si queríamos agua, y él mismo fue por ella. Verdaderamente fue para nosotros rostro de un Jesús cercano, amoroso y paternal.

Hoy quiero compartirles con mucha alegría la experiencia que en lo personal tuve de hacerle magia al Papa con un mensaje de evangelización. Para quienes no lo saben, tengo la habilidad, ya desde hace muchos años, de hacer trucos de magia con un mensaje catequético que nos ayuda a entender de una manera fácil y pedagógica el mensaje de Dios. Pero hoy, en las palabras de Su Santidad en la magia que le realicé, nos ha regalado toda una catequesis.

Al inicio de la magia, saqué dos corazones de papel de china, le di uno al Papa y me quedé otro yo, al inicio de esta magia siempre hago la reflexión de que Dios nos regala un corazón para que amemos totalmente a nuestros hermanos. Sin embargo, hay muchas cosas que rompen, hieren y lastiman nuestros corazones y esto no nos permite amar ni cumplir con el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. Entonces, le pregunté al Papa qué cosas eran las que lastiman el frágil corazón del hombre y producían en él muchas heridas, a lo que él me contestó: “lo que lo condena a muerte es el odio, la envidia que hace amarillo el corazón y, finalmente, los chismes”. 

Luego, cuando ya ambos corazones estaban despedazados, le pedí al Papa que me ayudara a decirme qué cosas eran las que restauraban nuestro interior y que nos ayudaban a reconstruir y renovar el corazón roto, y él me dijo: “la humildad, el servicio; pero sobretodo, dejarse mirar por Jesús”.

Haciendo una reflexión a sus palabras acerca de lo que rompe el corazón y lo que lo ayuda a reconstruirlo, puedo decir que para poder reconstruir nuestro corazón y sanar todas las heridas que hay internamente se necesitan dos cosas: el trabajo humano y personal que debe ser perseverante y generoso; y, por supuesto, dejarse transformar por la gracia de Dios.

Las primeras dos acciones concretas que dijo el Papa para reconstruir el corazón fueron la humildad y el servicio, lo cual supone un esfuerzo continuo de entrega y donación desinteresada. Cuántas veces hemos pensado que vamos a mejorar o sanar lo que llevamos hasta que el otro cambie, hasta que el otro se entregue, hasta que el otro me pida perdón por las ofensas que me hizo, hasta que el otro se comprometa, etc. Con estas dos primeras acciones, humildad y servicio, el Papa nos está diciendo que la sanación para todas nuestras heridas que llevamos, no está en los demás sino en nosotros mismos, en muchas de nuestras actitudes. Debemos aprender a vaciarnos y a salir de nosotros mismos, porque un corazón herido hiere a lo demás, un corazón herido se encierra en la auto contemplación de la herida y se hace siempre la víctima.

La humildad nos lleva a reconocer quiénes somos y qué tenemos para dar a los demás, por el contrario, cuando no trabajamos en la humildad y tenemos la soberbia a flor de piel, ésta nos lleva a exigir, a repartir culpas y a no responsabilizarnos de nuestros errores. Por eso, humildad y servicio van siempre de la mano, ya que una persona humilde, se entrega siempre generosa y desinteresadamente; por el contrario, una persona soberbia no busca entregarse ni servir, sino que le sirvan y sacar un interés personal de lo que hace.

Decía Lee Cockerell que “la magia no es la que hace que las cosas sucedan, sino que es nuestra forma de trabajar lo que hace que suceda la magia”. Por eso, si queremos sanar todas las heridas de nuestro corazón, no debemos esperar a que la sanación venga por obra de magia, sino que debemos trabajar en ello, necesitamos dejar de buscar culpables, salir de nuestro egoísmo y entregarnos en el servicio generoso a los demás.

Además, esas palabras de “pero sobretodo, dejarse mirar por Jesús”, nos hablan de que para poder salir de nuestro egoísmo y entregarnos totalmente a los demás, es necesario dejarnos primero experimentar el amor de Dios. Cuántas veces nos resistimos a encontrarnos con Jesús, ya sea por miedo, por temor al compromiso o porque no queremos salir de nuestras zonas de confort; sin embargo, el no dejarte mirar por Jesús te lleva a un vacío existencial.

Por ello, debemos dejarnos mirar por Jesús, dejarnos seducir por su amor y su misericordia, dejarnos moldear y guiar por su Palabra, dejarnos acompañar por Él, dejarnos interpelar por sus palabras y dejarnos alimentar con su Persona. Algo que a mí siempre me reconforta es que la mirada de Jesús hacia nosotros es una mirada llena de amor y de esperanza que nos lanza a un futuro prometedor, es una mirada que no se deja condicionar por nuestro pasado, sino que parte de ese amor perfecto que no cambia.

Esta magia la he realizado ciento de veces a diferentes personas, pero al hacerla al Papa Francisco, mi corazón se desbordaba de inmensa alegría. Te invito a que te dejes sanar y transformar por la mirada amorosa de Jesús, no te arrepentirás. En estos días subiré el video de la magia a mis redes sociales.

Facebook: Padre José Luis González Santoscoy

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