Es esto lo que, fundamentalmente, nos enseña el «Padre Nuestro» en su doble e inseparable dimensión: Dios y nosotros. No muchas palabras, por tanto, sino mucha fe y mucho amor.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"