Los discípulos de Jesús han de aparecer ante el mundo como signo de una nueva Alianza entre Dios y los hombres. Ser «sal de la tierra» y ser «luz del mundo», significa no sólo diferenciarse de los demás, sino también actuar positivamente en relación con todos ellos, a fin de ofrecerles un nuevo sentido e indicarles un nuevo camino.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"