José Andrés Guzmán Soto
“Mis pasos son los pasos de otros”. El Estoico
En estos tiempos existe un fenómeno que se ha agravado de manera
considerable en nuestro entorno y se ha acentuado en todos los estratos de la vida social: la simulación. Buscamos siempre aparentar lo que no somos y presentar una imagen de oropel cuando en realidad vivimos una existencia diferente.
En efecto, vivimos disimulando nuestras carencias y nuestras
debilidades; practicamos constantemente la “self deception”, el
autoengaño que nos incita a atribuir el error, la culpa, el mal a los
demás, y los reduce a uno solo de sus rasgos, normalmente el peor.
Reducimos al prójimo a su etnia, su raza, su religión, sus errores, sus
culpas y creamos estereotipos denigrantes al reducir al prójimo a su
peor comportamiento, lo cual nos ciega sobre lo que es él y sobre
nosotros mismos.
Nos hace falta empatía
Por ello es urgente una reforma de vida nos conduzca a restaurar la
convivialidad, esa aptitud para la simpatía y el diálogo con las
personas que comparten nuestra vida cotidiana, empezando por
nuestros familiares, nuestros vecinos, así como con los desconocidos
con quienes nos cruzamos.
Debemos cultivar la amabilidad, que es el mayor placer del ser
humano, según Marco Aurelio, el afecto, la philantropia, la cáritas, la
benevolencia hacia el prójimo. Más frecuente incluso que el
alejamiento entre las personas, es el deseo de romper ese
alejamiento.
Debemos cultivar la empatía, que es la capacidad de penetrar
en los sentimientos de los demás y que, al desarrollarse, se
convierte en simpatía y ternura. Lo cual nos lleva a crear un
ambiente propicio para el desarrollo integral de cada uno de
nosotros.
Necesitamos ser comprensivos
Por otra parte, no podemos esperar el menor progreso social si no va
ligado a un progreso en la comprensión del prójimo.
Para acceder a la comprensión se requiere prioritariamente un
proceso de autorreflexión de cada cual para luchar contra nuestro
enemigo interior, que siempre tiende a atribuir a los demás la culpa,
encuentra chivos expiatorios, es incapaz de considerar la complejidad
de la persona humana.
Por ello, necesitamos de una reforma de pensamiento, que nos
muestre la importancia de los prejuicios y los “paradigmas” que
inconscientemente gobiernan nuestras formas de conocimiento y nos
hacen incapaces de comprender que los demás obedecen a otros
preceptos y otros paradigmas.
En este escenario, se requiere una profunda reforma interior que nos
capacite a abrir nuestro corazón y nuestra mente para saber
comprender a los demás, para ver a los otros como hermanos en un
mismo camino y construyendo un proyecto de vida y sociedad juntos.
Comprender a los demás es el principio rector de convivencia
y la piedra fundamental de la estructura social. Jamás
podremos vivir nuestra humanidad si no vivimos la
comprensión; jamás podremos construir nuestro mundo sin la
capacidad de ver en otro a un ser humano como nosotros; un
ser complejo pero con la capacidad de dar y de darse a los
demás.