Karime Ramos Godoy
Frecuentemente doy vueltas al tema de la raíz del problema ecológico que hoy vivimos. Y ya antes he hablado de que dicha raíz viene desde el hombre. Pero… ¿Qué causas dentro del hombre originan el pronunciado desequilibrio ambiental? ¿Qué excesos o qué carencias motivan al hombre a seguir siendo causa y parte del problema?
¿Será que lo que se requiere es prudencia, moderación y templanza? Moderar nuestras decisiones, tener una brújula moral que sea nuestro “norte” para que nuestras decisiones sean equilibradas. ¿Será entonces que lo que necesitamos entonces es un poco más de ética en nuestra vida cotidiana?
Creo que si viviéramos éticamente, y basáramos en el correcto o buen actuar todas las decisiones que tomamos, la crisis ambiental no fuera tal; si actuáramos éticamente pudiéramos tomar decisiones balanceadas en nuestro comportamiento respecto de los recursos naturales y la casa común.
Pero nos hemos acostumbrado a vivir “cómodamente” porque hemos crecido pensando que la vida es dura y no hay necesidad de preocuparnos y menos ocuparnos de “nimiedades”, se nos olvida que Dios engrandece desde lo pequeño, la santidad se logra trabajando desde lo pequeño hasta lo grande.
Si no nos hacemos conscientes de que toda decisión tiene implicaciones éticas que, además, heredamos a nuestras familias a modo de forma de vida o costumbre, nunca podremos, de raíz y de modo permanente, mejorar el medio ambiente.
Cuando dicen “el mundo necesita personas buenas” es totalmente cierto, y para lograrlo requerimos ser personas libres y éticas, moralmente buenas, de esas que no simplemente porque podemos hacemos las cosas, sino porque podemos y porque las hemos razonado como lo mejor para nosotros, para nuestras familias y para los que están por venir. El tabulador de nuestra moral y de nuestra ética en las decisiones debe ser siempre ese: ¿Es bueno para mi? ¿Es bueno para mis cercanos? ¿Es bueno para los que vendrán? Las decisiones de cristianos buenos, que buscan la santidad, deben ser éticas, mesuradas.
Corrijamos nuestro actuar y transformémoslo en un actuar prudente, bueno, ético y veremos como nuestra Casa Común logra reponerse.
“ (…) La noble rectificación de los errores personales es un modo, muy humano y muy sobrenatural, de ejercitar la personal libertad.” (San Josemaría Escrivá, Forja n. 840)