Fabián Acosta Rico
Una distopía o antiutopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. Alguien nos vigila y es no precisamente una civilización alienígena o extraterrestre empecinada en estudiar a la especie humana con afanes de conquista. Existen enemigos reales de nuestra privacidad y libertad.
Tal como lo plantea la novela de George Orwell, el Gran Hermano, gracias a los avances tecnológicos resulta relativamente sencillo localizar a cualquier individuo a través de sus cuentas de Internet: Facebook, Instagram, twitter… y mediante ellas enterarse de los pormenores de su vida.
Las literarias predicciones de Orwell se han cumplido parcialmente, como lo plantea la serie You trasmitida por la plataforma Netflix. En la actualidad gracias al Internet podemos hablar de una cultura de la ostentación en la que voluntariamente vulneramos nuestra intimidad. Por nuestra decisión subimos a la red gran cantidad de información personal que dejamos expuesta para que cualquiera pueda revisarla y analizarla con los riesgos que esto conlleva.
Basada en la novela homónima de Caroline Kepnes, You, la serie, expone la posibilidad real de que cualquier usuario de Internet nos pueda vigilar o espiar por pasatiempo o con alguna mala intención como podría ser el manipularnos o extorsionarnos. En este mundo tecnologizado por donde quiera dejamos rastros, marcas y huellas de aquello que hicimos, dijimos, escribimos o sentimos.
En nuestros teléfonos inteligentes hay datos detallados de nuestros amores, amistades, gustos, lugares que frecuentamos… en las computadoras portátiles y de escritorio están los registros de nuestra vida privada, profesional, laboral o empresarial.
De momento no hay que temer ni cuidarnos de un Gran Hermano (en un futuro no muy lejano quizás sí); pero sí hay que andarse con cuidado de los husmeadores (los pequeños hermanos) quienes, al igual que Joe Goldberg, el protagonista de You, sin ser los grandes expertos en tecnología con relativa facilidad pueden saber todo sobre nosotros accediendo a nuestro perfil de Facebook y a nuestros teléfonos.
En la serie Joe, de primera impresión, no pasa de ser un amigable gerente de una liberaría de viejo que siente un repentino “flechazo” por una ocasional compradora; esta le coquetea muy sutilmente. Le da su nombre completo, Guinevere Beck,al pagarle unos libros. Y con solo esta información Joe pudo saber todo lo necesario para iniciar su “cacería”.
Supo donde vivía: invadió su hogar. En un encuentro premeditado, le robó el celular; pudo así monitorearla todo el tiempo. Logró enamorarla; tenía todos los datos para hacerlo. No obstante, Joe no es el único que husmea en las vidas ajenas navegando en la Web, Beck también lo hace y con ellas sus amigos; todo mundo conoce el juego y busca sacarle algún partido o ventaja. Todos se vigilan unos a otros. Internet es el Argos moderno.
Por una inclinación narcisista, casi común a la humanidad, estamos predispuestos a mostrarnos, a exhibirnos, en las redes sociales, buscando el reconocimiento y la aceptación de los demás. Y los otros nos corresponden de idéntica forma mostrándonos el “muro de sus vanidades y logros”. Desde el momento que decidimos residir virtualmente en el ciberespacio acabó nuestra privacidad. Mostrar lo propio conllevó también el ver lo ajeno. Pero perfiles vemos corazones no sabemos.
Gracias a la redes sociales estamos expuestos y debemos ser cuidadoso con aquello que publicamos para no quedar expuestos lo cual implica ser fáciles víctimas de los manipuladores del gusto y las preferencias como lo son las empresas, partidos, sectas…; o en el peor de los casos podríamos pagar nuestras indiscreciones de Internet como Beck siendo presas de un ciber acosador.